No tengo recuerdos claros al llegar a la sala de dilatación.
La cara de la matrona me resultó conocida, era la misma que me hizo los monitores la semana anterior. También ella me reconoció y me tranquilizó ver su cara sonriente y oír su voz.
Vino otra contracción que me pilló de pie, así que entre tanto profesional me puse de cuclillas a esperar a que pasara. Las contracciones ya no me hacían llorar, ya no me sentía tan vulnerable como cuando llegué al hospital.
Me pidieron que me tumbara para hacerme un tacto, y no sé qué se me pasó por la cabeza que quise pasar al baño por si me hacía pis durante el tacto... Me tumbé en la camilla (otra vez boca arriba, ¡horror!), y la matrona confirmó que estaba de 4 cm e
introdujo un tubito con luz para verificar que tenía las aguas teñidas (esta prueba se llama amnioscopia). A continuación, cogió un palito (lanceta) para
romperme la bolsa.
Nota: Supongo que rompieron la bolsa para confirmar si las aguas estaban teñidas y como mecanismo para acelerar el parto. Sin embargo en El parto es nuestro hay un artículo sobre "rotura artificial de la bolsa" que dice lo siguiente:
El único caso en el que está justificada la rotura artificial de membranas es para extraer sangre al feto y medir el pH del bebé (...). Esta medida se ha comprobado que reduce el número de cesáreas innecesarias. Sin embargo no está justificado su uso en los siguientes casos:
- Para verificar el color y aspecto del líquido amniótico, no hace falta romper la bolsa, se puede hacer sin romperla con una amnioscopia.
- Para poner el monitor interno sí es preciso romper la bolsa. La cuestión es ¿por qué es necesario usar el monitor interno si existe el externo? No hay ningún estudio que avale una mayor seguridad de la monitorización interna vs externa salvo en personas con obesidad mórbida.
No me gustó que me rompieran la bolsa, pero sabía que las aguas teñidas no eran muy buenas noticias, así que no rechisté. Poco después me pusieron la vía y llegó el anestesista.
En el Hospital 12 de Octubre cabe la posibilidad de pedir la
Walking Epidural.
Es una analgesia que permite a la embarazada utilizar sus piernas al mismo tiempo que alivia el dolor de las contracciones y te permite adoptar posturas más favorables a la dilatación, caminar o utilizar un balón de pilates durante la dilatación.
Mientras me preparaban para la epidural, llegaron más contracciones. El anestesista me dijo que tenía que
respirar más relajadamente para que el feto no se quedara sin oxígeno.
Me habían contado que el momento en el que te ponen la epidural era bastante molesto, pero en mi caso no fue así, quizá porque el dolor de las contracciones ya era fuerte o quizá porque el anestesista lo hizo estupendamente. Me dijo que tardaría una media hora en hacerme efecto, pero
a partir del pinchazo no volví a sentir dolor... ¿Efecto placebo?
Aprovechando la Walking Epidural, me puse a caminar por el pasillo con mi madre y mi marido hasta que noté que el dolor de las contracciones volvía. Esta vez no como un dolor de espalda, sino como dolor "soportable" en el hueso de una de las caderas (con la epidural puede que una de las piernas se duerma más que la otra). No dije nada, y al poco tiempo volvimos a la habitación. Traté de utilizar el balón de pilates, pero la
monitorización fetal externa no funcionaba bien cuando me sentaba y perdía el latido fetal, así que me quedé de pie balanceándome un poco sobre la pelvis.
Pronto el dolor volvió a ser importante, así que llamamos a la matrona. Me pusieron la epidural "normal" aunque debía ser floja, porque podía cambiar de postura y estar a 4 patas...
La matrona me hizo de nuevo un tacto y confirmó que estaba completa.
¿Completa? No me lo podía creer, sólo llevaba 2 horas y media en el hospital. Creo que me puso un
enema, aunque no estoy segura y me enseñó a empujar.
Me pidió que me quedara empujando tranquilamente cuando vinieran las contracciones, sin cansarme.
Con epidural, las contracciones se sienten muy diferentes, así que al principio necesitaba que me avisaran cuando venía la contracción, pero
en 3 o 4 pujos me di cuenta de que el dolor de caderas coincidía con las contracciones. Al principio ese dolor era suave, y empujaba tranquilamente, pero fue creciendo y la postura en la que mejor aguantaba el dolor era a 4 patas (y culo al viento).
Vino de nuevo la matrona y me contó que mi bebé estaba ya "en tercer plano", que tenía que esperar a que bajara y rotara.
Se me ocurrió que si ella podía tocar su cabecita, yo también, y le pedí permiso para "autoexplorarme". ¡Qué sensación tan extraña tocar los pelitos de mi bebé por primera vez, y recorrer con mis dedos en décimas de segundo el camino que a ella le llevaría horas recorrer! Me emocioné tanto que insistí en que mi marido también lo hiciera. Con lo vergonzoso que es estoy segura de que fue un mal trago para él.
Estuve unas 2,5 horas empujando en la sala de dilatación hasta que me pasaron a paritorio. Antes de entrar les recordé que
no quería que me hicieran episiotomía salvo necesidad extrema.
En el paritorio intentaba empujar con todas mis fuerzas, pero a veces me venía abajo porque pensaba que no lo hacia suficientemente bien. Los ánimos parecen una tontería hasta que estás allí.
Cuando ya estaba bastante cansada, me avisaron de que con cada empujón, mi bebé asomaba los pelitos pero volvía a meterse, así una y otra vez. Abrí los ojos y vi que alguien hacía una seña a otro como de una tijera, y lo entendí, así que dije bien alto que no quería episiotomía.
Un ginecólogo se puso a mi lado y me colocó la mano sobre la barriga practicando la
maniobra de Kristeller. Me dolía que empujara, me dolía mucho. No quiero pensar lo que puede doler que apoyen el codo o que se suban sobre ti, porque para mí era muy molesto. Le pedí que no lo hiciera, pero supongo que estaba intentando evitar la episiotomía. La persona que estaba entre mis piernas, dirigiendo el parto, tiraba de la abertura de la vagina para facilitar al bebé que asomara, pero ni por esas.
No podía más, llevaba ya una hora en el paritorio y estaba cansada. El músciulo del periné era demasiado fuerte y poco flexible, por lo que no dejaba salir al bebé. No sé si me lo dijeron o no, pero hicieron una
episiotomía y el bebé tardo tres pujos en salir. Se acabaron las 3 horas y media completamente agotadoras de expulsivo.
Me pusieron a mi hija sobre el abdomen y empezó nuestra nueva vida.
Conclusión
La episiotomía para mí era importante y la tenía miedo. Miedo a las pérdidas de orina, a las relaciones sexuales dolorosas o menos satisfactorias, al factor estético...
Los primeros días del postparto no estaba a gusto sabiendo lo que me habían hecho. A ratos pensaba que me podía haber callado, no haber dicho nada de que no quería episiotomía y me hubiera ahorrado esfuerzo y la maniobra de Kristeller. Pero lo prefiero así,
me siento "en paz conmigo misma y con el personal que me atendió", porque tuvieron paciencia y me permitieron un tiempo.